Carta abierta nocturna

Sabía que escribiría este post. Lo llevo sabiendo mucho tiempo, pero no por ello me cuesta menos hacerlo.No quiero que sea un post triste, ni amargo. Me gustaría que me saliera algo bonito, con buenos recuerdos. En fin, es una carta abierta para mi abuelo, ahora que hace un mes.

Un saludico a totus

Hola abuelillo:

Te echo mucho de menos. Aunque supongo que es normal, al fin y al cabo he vivido contigo mucho tiempo, toda mi vida.

El otro día, me di cuenta que aún duele mucho, no por esperado ha sido menos duro, pero no quiero estancarme, tú no me dejarías ¿verdad?

No, tú siempre nos has enseñado a ir adelante, siempre adelante: "Ya saldremos de esta, no te preocupes"

Siempre adelante. Derrochando fuerza, el refugio de todos, el que siempre sabía qué hacer.El que estaba cuando hacía falta. Estos días me estoy acordando de muchas cosas, vienen como fotografías: Cómo me gustaba sentarme en tus rodillas, cuando era pequeña, y me tapabas con tu chaqueta y allí me quedaba horas, de mí no se veía más que los pies, y la cara asomando por el cuello de la chaqueta: era de esas con el cuello triangular muy grande, y era tan cómodo...

También recuerdo especialmente tu olor en los momentos más duros: lavanda. ¡¡¡La de botes que te hemos tenido que comprar cuando había alguna oferta en el Corte Inglés!!! Vaya cabreos: "Otra vez ha visto la oferta de colonia, ¡pero si tenemos muchísimos botes, por lo menos 4! (hay que decir que eran de un litro, y en ocasiones, de litro y medio)

Esa es otra cosa que nos hemos encontrado estos días, reservas de cosas: de medicinas, de crema, de colonia, de papel, de boligrafos, de papel de notas... Cada vez que nos hacía falta algo, generalmente nos bastaba con ir a un armario de los tuyos: Herramientas, papeles, cuadernos... lo que fuera, tú tenías algo de eso guardado.

También me acuerdo de un día que habíamos ido en tu coche, el seat blanco con techo negro, a dar un paseo por el campo. Nos
encontramos un bidón de gasolina amarillo, y con el asa y un trozo de esquina del bidón me hiciste una pala y un cubo. Anda que no he jugado con ellos.

También me acuerdo mucho de otro día, ya era yo mayorcita, y me secaste el pelo con secador. Estaba estudiando, acababa de ducharme, y viniste a ver qué hacía. Te diste cuenta de que me chorreaba el pelo (sigo igual, no he cambiado, me lavo la cabeza y no me seco) y cogiste una toalla primero y el secador después. ¡Casi no sabías cómo se hacía! Pero te dio igual, me lo secaste.

Una cosa que impactaba mucho de tí era la autoridad que tenías. Es difícil de explicar. Nunca te he tenido miedo, pero en momentos de enfados, me dolían mucho más tus silencios, que los gritos de los demás. Cuando decías "se acabó", se acababa.

Has sido capaz de superar muchas cosas, malas y muy malas. Te admiro. De todo sacabas algo. De lo bueno: "guarda estos momentos, niña, que luego hacen falta" Y de lo malo: "Aprende. Aprende lo que de verdad importa"

Eras capaz de echar de casa a un encuestador que te parecía que preguntaba mucho, y luego comprarle una enciclopedia a un vendedor de una conocida editorial, por que te daba pena. ¡Y luego no la devolvías!: "Así os regalo un libro importante a cada nieto".

Eras único.

El día que moriste fue muy raro. Nos dimos cuenta por la mañana, yo estaba dormida, y mi madre me despertó llamando al médico de urgencias: "Se ha ido, doctor, creo que mi padre se ha ido".

La abuela no hacía más que decir: "No". Variaba entre eso, "No, no, no" y "Tócale, si está caliente. No puede haberse muerto"
La semana siguiente fue una locura, y ella de vez en cuando, en vez de llorar, decía: "Menuda faena me ha hecho, me ha dejado solita". Creo que yo he tardado mucho en asimilarlo. Aún duele.

En fin, yo no quería que esto fuera triste, quería sacar buenos recuerdos tuyos... pero esos son para mí, para seguir adelante. Para aprender de tí.

Te quiero abuelo, te echo de menos.

Que tengas un buen viaje.
Un beso muy gordo