26 abr 2007

La Coctelera. 06 de julio de 2006

¡Al fin...
... libre de bichos! Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!!! Yeah :D
Ha subido el portero (mi héroe) con el fumigador, ha echado bien de matabichos y ¡hoy no he visto ningunaa!!
Qué gusto, fregar los platos de la cena, sin alejarme medio metro del fregadero :D
Ahora le estaba dando al bricolage, como no he podido salir de casa (estuve toda la tarde esperando al técnico de telefónica) me dediqué a buscar clavos, clavitos y clavuelos para las obras de mi piso. ¡Qué variedad más tremenda tiene mi abuelo guardada!
Sabía que hay muchos tipos de cosas de estas, pero tantas... en fin, que me lo he pasado pipa. Y me he acordado, de cuando de pequeña me dedicaba a buscar botones.
Juer, se me había olvidado por completo. ¡Cómo me gustaba! En casa, mi abuela y mi tía (era la hermana de mi abuela) cosían mucho y bien. De hecho, mi tía fue quien me enseñó a coser a máquina, aunque eso es otra historia, y deberá ser contada en otra ocasión (¡qué bien escribía este hombre!) Y, entre miles de hilos y demás, tenían una caja de bombones, de las metálicas grandes, llena, llenita a rebosar de botones. Eran de todo tipo: grandes, pequeños, más gorditos, más finitos, de todos los colores, de cuero, de piedritas, con cuatro agujeros, con dos, redondos, cuadrados, con forma de flor...Y olía... ¡qué bien olía la caja! Me encantaba abrirla y cerrarla, para olerlos. Y luego me pasaba horas, horas, y más horas eligiendo unos cuantos, para coserlos en la sábana de la cunita de mi muñeca Paula.
Lo que son las cosas. Se me había olvidado todo. Hacía mucho que no me acordaba de Paula. Tenía una cara preciosa, y la boca un poco abierta. Y el cuerpo blandito. Pobre, tuvo un final un poco triste. Aunque la cuidaran bien e intentaran arregarla, en el Sanatorio de los muñecos ¿Conocéis la tienda? No sé si es en la Calle Preciados, o en Carmen, siempre las confundo. Pero allí trataban a los niños que iban con sus muñecos, que parece que hablaran con personitas.
Recuerdo un señor muy solemne, preguntándome qué le había pasado a la muñeca, cogiéndola (con mucho cuidado) y mirándola con toda atención. Dijo: "Veremos si va bien el tratamiento, y puedes llevartela la semana que viene"
Pero no pudo ser. Aunque no me traumaticé mucho, sabía que me la habían cuidado muy bien.
De la historia de los botones, y de la de la muñeca, hace chorrocientos años, yo debía andar por los cinco o los seis, pero me vienen imágenes sueltas (ha sido ahora, mientras escribía). Y me ha gustado recordar aquella época, en que mi mayor preocupación era mi pobre Paula, que se había tomado un biberón y no estaba muy bien.
Un saludico

No hay comentarios: